lunes, 13 de octubre de 2014
Salmo 63.1–2 oracion de David
Oración de David
¡Dios, Dios mío eres tú! ¡De madrugada te buscaré! Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario. Salmo 63.1–2
¡Acuántas generaciones habrán inspirado estas preciosas palabras, escritas por David hace más de 3.000 años! Nos sentimos atraídos por el salmo porque el poeta logra captar con sus frases los sentimientos que nosotros apenas logramos expresar con muchos rodeos.
Estamos acostumbrados a proclamar nuestra devoción a Dios por medio del canto, la oración y la comunión con otros santos. Cuando la vida se nos presenta sin mayores contratiempos, estas palabras fluyen sin dificultad de nuestros labios. Sospecho, sin embargo, que la expresión de nuestra pasión tiene más que ver con lo agradable de nuestras circunstancias que con una verdadera entrega a la persona de Dios.
El momento en el cual David escribió este salmo fue enteramente diferente a lo que normalmente nos toca vivir a nosotros. El subtítulo del salmo dice que fue escrito cuando David se encontraba en el desierto de Judá. Hubo sólo dos ocasiones en las cuales pasó por el desierto. Una de ellas es cuando huía de Saúl, buscando refugio en las cuevas y las hendiduras típicas de la región. La segunda oportunidad fue cuando Absalón se levantó en rebelión y le quitó el trono.
El rey tuvo que huir con lo que tenía puesto. El relato bíblico nos dice que David llegó al desierto sucio, cansado y hambriento.
Si nos detenemos un instante a meditar en estas escenas podremos apreciar de una manera enteramente diferente el peso de las palabras de David.
No es lo mismo decirle a Dios que él es nuestro Dios cuando la mayor aflicción que hemos pasado es no haber comido por medio día o habernos mojado porque la lluvia nos sorprendió sin paraguas. Me refiero al hecho de que nuestras aflicciones, en su mayoría, no son más que momentáneas molestias. Pocos de nosotros hemos huido de una feroz persecución que tiene como objetivo ponerle fin a nuestra vida.
No sabemos lo que es sentirse completamente abandonado, sin tener dónde refugiarse ni a quien acudir para buscar socorro.
Medite otra vez en la primera frase de esta poesía: «¡Dios, Dios mío eres tú!» Esta es una declaración que tiene un profundo sentido porque David lo había perdido todo. Sin embargo, estaba afirmando que lo único que realmente valía en la vida era el Señor. Todo lo demás era como paja muerta. Estaba declarando que no le importaba ni la comodidad, ni la seguridad, ni el futuro. Ni siquiera le importaba la vida. Dios era, verdaderamente, su dios.
Esta capacidad de afirmar una entrega absoluta al Señor en los momentos más oscuros de la vida es la que destaca al gran líder. En el corazón de este líder no existen otros dioses. Para esta persona, Jehová es una pasión que opaca todas las demás cosas, incluyendo el brillo del ministerio.
Consideremos esto:
¿Dónde estaba el secreto de la devoción de David? Era un hombre que se había acostumbrado a buscar la comunión con Dios siempre («así como te he mirado en el santuario»). Con el tiempo esta disciplina lo convirtió en una persona cuyo cuerpo mismo gemía por la gloria del Señor
jueves, 9 de octubre de 2014
La lucha por la vida
La lucha por la vida
El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10.10
Este pasaje pone de manifiesto el contraste entre las intenciones del buen pastor y el ladrón. Varias observaciones interesantes se desprenden de los diferentes objetivos que cada uno busca.
En primer lugar, es bueno que notemos que la estrategia del ladrón no está dirigida contra el buen pastor, sino contra las ovejas. Una creencia común en la iglesia es que Dios y Satanás están involucrados en una gran batalla cósmica, luchando sin tregua hasta el día del desenlace final. Esta perspectiva es falsa, pues Dios es Creador y el diablo es ser creado. No puede el enemigo levantarse contra Dios más de lo que una hormiga puede hacerle guerra a un elefante. La presa contra el cual se avalancha el diablo son aquellos que han sido creados a imagen y semejanza del Creador.
En segundo lugar, Cristo claramente enuncia cuáles son los objetivos de este ladrón. No ha venido para distraernos momentáneamente, ni para hacer más difícil nuestra existencia. No pretende, tampoco, subyugar nuestras vidas. Es un enemigo que tiene planes mucho más contundentes que eso. Él no descansará hasta que haya concretado la destrucción total de la persona.
Note la progresión en su estrategia. Lo primero que hace es robar. Cuando roba, se lleva todo aquello que es nuestra particular herencia como seres creados a imagen y semejanza de Dios; nuestra capacidad de experimentar vida espiritual, nuestra posibilidad de tener comunión y disfrutar de las manifestaciones de amor, nuestra facultad de experimentar gozo y paz, de ver la vida con esperanza. La ausencia de estas cosas produce terribles estragos en nuestra propia identidad y nos conduce a una vida plagada de conflictos y dolor. En una segunda etapa, no obstante, el ladrón se propone la muerte de la persona. Es decir, que la vida tal cual la ha creado Dios, cese de existir. Mas aún no descansará, pues el objetivo final de todo lo que hace es la destrucción del ser humano. En esto, hemos de entender que se refiere a la muerte eterna, que consiste en la pérdida absoluta de todo lo que nos distinguía como seres humanos.
Si tomáramos la misma construcción que usa Cristo para describir las actividades del ladrón, podríamos afirmar que el propósito del Hijo de Dios es la de dar, revivir y edificar. Es decir, su primer objetivo siempre es bendecir. Él se deleita en dar, aun a los que no lo merecen. Es un Dios que no descansa buscando a quién bendecir, porque su naturaleza misma se expresa en una generosidad sin reservas. A este acto de bendecir se le suma el deseo de otorgar vida, y vida en abundancia. Con esto, entendemos que Dios desea que vivamos en plenitud todas las dimensiones de la vida que nos ha dado, lo que incluye su expresión más sublime, que es la espiritual. A largo plazo, no obstante, Cristo está en el negocio de edificar para sí un pueblo santo, un reino de sacerdotes. Somos seres con un destino eterno y hacia él desea conducirnos el buen pastor.
CONCLUSION
Consideremos estas preguntas
¿Se podría decir que usted vive una vida abundante? ¿Por qué? ¿Cómo puede experimentar aún mayor abundancia en Cristo?
miércoles, 8 de octubre de 2014
Las obras que Dios preparó de antemano
Las obras que Dios preparó de antemano
Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al otro día entraron en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. Hechos 10.23–24
Esta es, quizás, una de las mejores ilustraciones que encontramos en la Palabra de lo que significa el texto que dice: «pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef 2.10). La historia de Pedro con Cornelio revela cómo el Padre, por medio del Espíritu, ordena todas las partes de una misma historia para que su desenlace sea conforme a la voluntad divina.
El objetivo de este plan era que Cornelio, y toda su familia, llegaran a conocer las buenas nuevas de Cristo. La Palabra nos dice que Cornelio era un hombre «piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios» (Hch. 10.2). No cabe duda, entonces, que la primera acción de Dios fue movilizar el corazón de este hombre para que lo buscara.
Después de un tiempo, el Señor intervino por segunda vez, envió un ángel para que hablara con él. El ángel le dio instrucciones a Cornelio de que mandara a buscar a Pedro, quien le mostraría el camino a seguir. Mientras los mensajeros de Cornelio salían rumbo a la costa para buscar a Pedro, Dios comenzó su tercera acción, que era revelarle a Pedro, por medio de una visión, los planes que él tenía preparados para que el apóstol anduviera en ellos.
Luego de una momentánea confusión, Pedro accedió a ir. Mientras aún expresaba su aceptación de la consigna, llegaron los hombres a buscarlo, que también habían sido movilizados por la acción de Dios. Juntos, los tres retornaron a la casa de Cornelio donde, seguramente movido por Dios, el hombre había juntado a su familia y sus vecinos. El escenario estaba ahora preparado para que Pedro presentara a estas personas a Jesucristo.
¡El desenlace de esta historia era previsible! «Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso» (Hch 10.44). Todos los detalles habían sido cuidadosamente coordinados por el Señor para producir este fruto. Y estos son los detalles que nosotros conocemos de la historia. ¿En cuántas otras cosas habrá intervenido Dios para producir esta conversión?
¡El desenlace de esta historia era previsible! «Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso» (Hch 10.44). Todos los detalles habían sido cuidadosamente coordinados por el Señor para producir este fruto. Y estos son los detalles que nosotros conocemos de la historia. ¿En cuántas otras cosas habrá intervenido Dios para producir esta conversión?
A la luz del relato de la conversión de Cornelio y su familia, resulta casi cómico el exagerado rol que nos atribuimos en los acontecimientos del reino. Con demasiada frecuencia creemos que nosotros somos los que estamos «empujando la carreta». En realidad nuestra parte es muy pequeña. La fatiga que experimentamos viene cuando no somos concientes de lo que Dios está haciendo y creemos que estamos trabajando solos. La historia de hoy nos invita a relajarnos, a abrir los ojos para ver el obrar de Dios en los proyectos donde tenemos participación. Sobre todo, nos invita a desistir de querer planificar nosotros las obras en las cuales vamos a andar.
Meditemos :
La clave para participar en este tipo de ministerio es mantener una absoluta sensibilidad, en todo momento, al Espíritu. Sin esa sensibilidad, trabajamos a ciegas.
La clave para participar en este tipo de ministerio es mantener una absoluta sensibilidad, en todo momento, al Espíritu. Sin esa sensibilidad, trabajamos a ciegas.
viernes, 26 de septiembre de 2014
La llenura del Espíritu
La llenura del Espíritu
intro :
No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.
Efesios 5.18
El texto de hoy señala varios elementos relacionados con la llenura del Espíritu los cuales debemos comprender si es que vamos a lograr este estado. En primer lugar, podemos afirmar que Dios desea llenarnos de su Espíritu. No debe existir duda alguna con respecto a este tema. No es necesario clamar, insistir y «patalear» para que nos conceda este estado espiritual. Cristo le dijo a los discípulos: «si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?» (Lc 11.13). ¡El Señor nos insta a ser llenos porque él es el que más interesado está en producir en nosotros esa condición!
En segundo lugar, la llenura del Espíritu no se puede producir en un recipiente que ya está lleno de otra cosa. Si nosotros tuviéramos en nuestra mano una jarra con leche y quisiéramos llenarla con algún jugo, tendríamos primero que echar fuera la leche para crear el espacio necesario para el jugo. De la misma manera, como cristianos muchas veces estamos pidiendo la llenura sin darnos cuenta de que no existe, en nuestro ser, el espacio necesario para que el Espíritu nos llene. La única manera que podemos experimentar este vaciamiento es por medio de la cruz. No estoy hablando, sin embargo, de la experiencia de conversión, sino de la negación de uno mismo por la cual nuestro ser muere, para darle lugar a Dios en nuestras vidas. Es necesario negarse a uno mismo, con sus deseos, sus aspiraciones, sus planes y sus proyectos, si es que queremos experimentar la plenitud de Dios.
En tercer lugar, la llenura del Espíritu es un estado que, según la analogía que escoge el apóstol Pablo, puede ser comparada al estado de embriaguez que produce el vino. Esto no se refiere tanto a la alegría que demuestra la persona que se ha pasado de copas, aunque es verdad que el Espíritu produce profundas manifestaciones de gozo, aun en las situaciones más adversas. Creo, sin embargo, que el apóstol hacía referencia al estado de influencia o control que ejerce el vino sobre la persona. Cuando una persona está embriagada, sus sentidos ya no responden a los comandos que la mente puede darle. Es posible que, racionalmente, la persona decida ponerse en pie y caminar. Pero sus piernas y su sentido de equilibro ya no están bajo su control. Se ha «adueñado» de ellas el vino. Cuando intenta realizar la acción, ellos le «desobedecen», pues están bajo la influencia de algo más fuerte que la voluntad. De esto se trata la llenura del Espíritu. Debería permitir en nosotros un estado semejante al de la persona embriagada. Es decir, es tan fuerte la presencia del Espíritu en nosotros que aún cuando procuramos hacer lo que la carne nos propone, no lo podemos lograr, porque ¡el que está en nosotros es más fuerte que nosotros!
PENSEMOS EN ESTO :
«Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios…Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos» (Hch 4.31, 33).
Manuel Rivera
viernes, 8 de agosto de 2014
El camino del arrepentimiento
El camino del arrepentimiento
Volviendo en sí, dijo: «¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”». Lucas 15.17–19
La parábola del hijo pródigo es una de las más bellas ilustraciones del amor misericordioso de Dios, en este caso desplegado hacia dos hijos que no entendían el corazón compasivo que tenía su padre. En el pasaje de hoy nos encontramos con el menor de estos hijos, sentado entre los cerdos, sucio, cansado, hambriento y olvidado por todos. Los tiempos de fiesta se han terminado y la desesperanza asoma por donde quiera que mire.
El pasaje nos dice que fue en este momento que el muchacho «volvió en sí». Es una expresión que bien podría aplicarse a quien estuvo anestesiado, durante una operación. Nos da a entender que durante un tiempo este muchacho no había estado consciente de lo que estaba aconteciendo en su vida. De hecho, esto es exactamente lo que hace el pecado con nosotros: adormece nuestros sentidos y no nos permite entender la necedad de nuestros caminos. El primer paso en el arrepentimiento viene cuando se produce en nosotros la recuperación de esta pérdida de conciencia. Repentinamente vemos lo errado que ha sido nuestro camino. La luz ilumina nuestro entendimiento entenebrecido y vemos las cosas con otros ojos. La realidad de la vida de este joven hablaba claramente de lo bajo que había caído al abandonar la casa de su padre.
En segundo lugar, el joven entendió que el camino hacia la recuperación era el que le llevaba indefectiblemente de vuelta a su casa, que el bien y la salud se encontraban en la relación con su padre. El arrepentimiento no sólo consiste en reconocer que el camino que hemos estado transitando es el equivocado, sino también en iniciar un nuevo viaje que nos lleva de vuelta a la comunión y la intimidad con Dios. Este viaje debe ponerle fin al silencio y la enajenación de nuestras vidas.
Es en el tercer paso, sin embargo, que detectamos un error en el pensar del muchacho. Elabora un plan para corregir su vida: «hazme como a uno de tus jornaleros». Es precisamente en este punto donde el arrepentimiento muchas veces se descarrilla. Reconocemos el mal que hemos hecho y nos acercamos al Padre, pero traemos, bajo el brazo, nuestro plan para arreglar lo que hemos hecho mal. Dios no necesita de nuestros proyectos, ni tampoco de nuestra ayuda para deshacer lo que hemos hecho. Él tiene sus propios métodos, que son eficaces y certeros. Nos basta con darle libertad para trabajar en nuestra vida. El Padre es la solución para todas nuestras dificultades. Necesitamos acercarnos a él, no para hablar, sino para escuchar. Si tenemos que hacer algo él seguramente lo mostrará. Si no nos dice nada, disfrutemos de los besos y abrazos que nos ofrece, sabiendo que en la casa de nuestro padre, siempre seremos bienvenidos.
Para pensar:
«El arrepentimiento y la fe son regalos que hemos recibido, no metas que hemos alcanzado». Anónimo.
Manuel Rivera
La oración de un siervo
La oración de un siervo
Ahora pues, Jehová, Dios mío, tú me has hecho rey a mí, tu siervo, en lugar de David, mi padre. Yo soy joven y no sé cómo entrar ni salir. Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar por su multitud incalculable. Concede, pues, a tu siervo un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo y discernir entre lo bueno y lo malo, pues ¿quién podrá gobernar a este pueblo tuyo tan grande? 1 Reyes 3.7–9
Salomón era aún joven cuando se le apareció Jehová en sueños, diciendo: «Pide lo que quieras que yo te dé» (1 R 3.5). No dudamos de que podría haber pedido lo que quisiera y Dios se lo hubiera concedido, pues el Señor no es hombre para no cumplir con su Palabra. ¿Qué le hubiéramos pedido nosotros a Dios si nos hubiera hecho una oferta similar? La respuesta de Salomón no solamente impacta por la profundidad de su visión, sino que revela un marcado contraste con las peticiones mezquinas que tantas veces son el tema principal de nuestras propias oraciones. Bien podría servir como modelo para todos aquellos que tenemos responsabilidad en la casa de Dios.
En primer lugar, Salomón era conciente de que él no estaba en esa posición por el esfuerzo propio, ni tampoco lo ocupaba gracias a las cualidades que tenía como hombre. El rey sabía que era Dios el que lo había escogido y puesto por rey.
En segundo lugar, Salomón era absolutamente conciente de que carecía de capacidad para cumplir con la tarea que tenía por delante: «yo soy joven y no sé cómo entrar ni salir». ¡Qué refrescante es encontrarnos con alguien que honestamente confiesa sus limitaciones y reconoce su falta de experiencia para realizar un ministerio! Bien sabemos que nuestras debilidades son el medio principal por el cual se expresa la gracia de Dios. Sin embargo dedicamos mucho esfuerzo a esconderlas o disimularlas.
En tercer lugar, Salomón era conciente de que el pueblo sobre el cual estaba era el pueblo de Dios. No era un pueblo del cual podía disponer como quisiera, para hacer con ellos según sus propios criterios y deseos. Era un pueblo que había sido comprado por el Alto y Sublime. Debía ser cuidado y honrado, como hacemos con todo aquello que no nos pertenece. ¡Qué bueno sería que regularmente recordemos, como pastores, que el pueblo entre el cual hemos sido puestos no es nuestro, sino del Señor! Habrá un día en el que daremos cuenta de cada uno de ellos, hasta del más pequeño.
Por último, Salomón sabía que solamente podía llevar adelante su responsabilidad si Dios le daba los dones y las habilidades que precisaba para la tarea. No lo iba a poder realizar en sus propias fuerzas. Necesitaba ser revestido del poder de lo alto: «Concede, pues, a tu siervo corazón que entienda para juzgar a tu pueblo y para discernir entre lo bueno y lo malo». No aspiraba a tener fama, ni reputación, ni reconocimiento. Solamente deseaba las capacidades necesarias para poder agradar a su Dios.
Manuel Rivera
La crisis del justo
La crisis del justo
Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que, entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Salmo 73.16–17
El salmista estaba hundido en una crisis de fe que, seguramente, también ha tocado nuestras vidas en algún momento de nuestro peregrinaje. Quizás su depresión vino en momentos de una prueba intensa en su vida espiritual. Quizás se vio envuelto en alguna experiencia de sufrimiento y persecución, producto de su deseo de honrar a Dios. El hecho es que, fueran cuales fueran sus circunstancias personales, miró hacia la vida de los impíos y vio que era mucho más placentera y fácil que la de los justos. Los impíos no solamente son prósperos, sino que no hay congojas en su muerte. Su vigor es permanente y no tienen que esforzarse ni trabajar duro toda la vida, como lo hacen la mayoría de los mortales. Con una facilidad que tiene sabor a burla, «logran con creces los antojos del corazón» (Sal 73.7). Como si esto fuera poco, también se mueven por la vida con una arrogancia intolerable, haciendo alarde de su situación y despreciando a los que luchan día a día por subsistir.
¿Cómo no iba el salmista a entrar en crisis? Cuanto más meditaba este asunto, más indignación sentía. «¿Para qué tanto esfuerzo y tanta fidelidad, si estos otros logran una posición mucho más cómoda sin pasar por toda la angustia de los que intentan vivir vidas rectas y justas?» La medida de su propia inversión no justificaba los magros resultados obtenidos. Completamente frustrado, exclamó: «¡Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón y he lavado mis manos en inocencia!» (Sal 73.13).
Seguramente, en algún momento, hemos luchado con sentimientos similares. En muchas ocasiones pareciera que no estamos logrando nada con nuestra devoción. Pasamos por los mismos tormentos y dolores que los impíos; sufrimos las mismas flaquezas y cometemos los mismos errores. Nuestros esfuerzos por honrar al Señor parecen no hacer más que añadir complicaciones a nuestras vidas. Nuestra honestidad es condenada por los demás. Nuestra santidad es objeto de burlas. Nuestro compromiso con el servicio está envuelto por reproches e ingratitud. ¿Quién de nosotros no se ha sentido tentado, en algún momento, a «tirar la toalla»?
La respuesta a nuestras dudas no se encuentra en la observación ni en el análisis de la realidad que nos rodea. Al contrario, al igual que el salmista, cuánto más lo pensamos más injusta nos va a parecer la vida que nos ha tocado. El salmista nos muestra el camino a seguir: entró al santuario de Dios. Allí, en la presencia del Señor, entendió que su perspectiva estaba seriamente limitada por su condición de hombre. Dios lo llevó a otro plano, el plano de las cosas eternales. Nuestras vidas no están limitadas a nuestro fugaz paso por esta tierra. Fue en ese momento que el salmista pudo entender «el fin de ellos» y vio cuán cerca estaba de una decisión fatal. Por esta razón exclamó, con gratitud: «casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos» (Sal 73.2). El Señor lo hizo volver del abismo.
Para pensar:
El salmo nos deja un importante principio. Los dilemas, las dudas y las angustias de esta vida se resuelven en presencia del Altísimo. ¡No se demore en buscar, como primera opción, su rostro!
Manuel Rivera
Hambre de Dios
Hambre de Dios
Entonces me invocaréis. Vendréis y oraréis a mí, y yo os escucharé. Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Jeremías 29.12–13
Este texto forma parte de una carta enviada por el profeta Jeremías a los judíos que vivían en exilio, en Babilonia. Habían surgido entre ellos los infaltables mensajeros del facilismo, los que decían que en poco tiempo estarían de regreso en Judá. Jeremías instruye al pueblo a que «eche raíces» en Babilonia, porque su estadía en ese lugar iba a ser prolongada. La profecía contiene, sin embargo, la afirmación que hoy forma parte de nuestra declaración, una promesa de que Dios será hallado por el pueblo cuando este deje sus costumbres religiosas y se dedique a buscarlo sinceramente, de corazón.
A pesar de su contexto histórico, es un texto que bien podría estar dirigido a la iglesia de nuestros tiempos. No es esta una referencia a lo mal que está el pueblo de Dios en esta época, sino un reconocimiento de la tendencia básica del ser humano hacia la experiencia religiosa. Por esto entendemos aquella lista de actividades que el hombre realiza a cambio de obtener el favor de Dios. No se trata de una relación con Dios, sino de un simple intercambio de favores. Nosotros cumplimos con las exigencias de la religión y el Ser Supremo nos otorga su bendición.
Esta manera de pensar no es característica de algún grupo en particular, aunque es más notorio en algunos que en otros. Tristemente, debemos reconocer que muchas de las actividades dentro de nuestras propias congregaciones tienen también estos matices. Nuestra pasión dura apenas lo que dura la reunión en la cual nos encontramos. Luego,
retornamos a nuestra vida de aburridas rutinas donde todo sigue igual.
«Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón». La frase lo dice todo. Existe una promesa de un encuentro con Dios que, nos atrevemos a pensar, podría hasta tener las connotaciones dramáticas de los encuentros que han tenido algunos de los grandes héroes de la fe: Abraham, Moisés, David, Isaías, Pedro, Pablo o Juan. Sin importar los detalles particulares de ese encuentro con el Señor, la profecía afirma que se terminarán los tiempos de imaginarse que estamos en contacto con Dios, de recurrir a complicadas explicaciones para demostrar que él está presente. La vida espiritual será otra, enteramente diferente, donde la experiencia con Dios lo llenará todo.
retornamos a nuestra vida de aburridas rutinas donde todo sigue igual.
«Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón». La frase lo dice todo. Existe una promesa de un encuentro con Dios que, nos atrevemos a pensar, podría hasta tener las connotaciones dramáticas de los encuentros que han tenido algunos de los grandes héroes de la fe: Abraham, Moisés, David, Isaías, Pedro, Pablo o Juan. Sin importar los detalles particulares de ese encuentro con el Señor, la profecía afirma que se terminarán los tiempos de imaginarse que estamos en contacto con Dios, de recurrir a complicadas explicaciones para demostrar que él está presente. La vida espiritual será otra, enteramente diferente, donde la experiencia con Dios lo llenará todo.
¿A quiénes se le concederá esta experiencia? A aquellos que lo buscan de «todo corazón». La frase descarta esas «búsquedas» que duran unas horas, o algunos días. Aquí se habla de la persona cuya pasión lo consume. Son los que «tienen hambre y sed de justicia». Es el clamor del salmista: «Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas» (63.1). Para estas personas está reservada una experiencia plena con Dios.
Pensemos en esto :
¿Dónde están, hoy, los que gimen por el Señor? ¿Dónde se encuentran los que no pueden descansar porque claman continuamente por una visitación de Dios? ¿Será que se demora el avivamiento que tanto anhelamos, porque aún no existe un pueblo suficientemente hambriento
Manuel Rivera
martes, 27 de mayo de 2014
viernes, 16 de mayo de 2014
EL SEGUNDO ADÁN
EL SEGUNDO ADÁN
«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Ro. 5:12).
INTRODUCCIÓN: cuando Dios terminó la obra creativa del universo, pasando examen a todas las cosas creadas, vio que «todo era bueno». El hombre constituía la obra cumbre de la creación, el ser semejante a Dios: inteligente, dotado de voluntad propia, conciencia, espíritu. Toda la creación ofrecía un bello espectáculo de armonía, equilibrio, obediencia a los lineamientos de su Creador; pero aquel espectáculo de hermosura fue de pronto quebrantado con la entrada del pecado al mundo.
1. El escenario del pecado: «El pecado entró en el mundo …». En el decurso de la historia humana jamás ha habido un día más negro, más triste y amargo, que el día cuando el pecado hizo su entrada en el mundo. Los ángeles del Cielo han de haber suspendido sus alabanzas, el gozo ha de haberse convertido en tristeza, por cuanto el pecado había venido a mancillar la perfecta y hermosa creación de Dios. Desde ese momento era necesario un Salvador. El hombre jamás llegaría a liberarse del pecado; el mundo jamás volvería a quedar limpio y armonioso. Desde entonces, el pecado principió una obra demoledora, desquiciante. El pecado se fue multiplicando con rapidez sorprendente, como el germen mortífero más terrible que haya conocido la humanidad. Frente al pecado no han valido las reformas sociales, la cultura, la educación. El pecado sigue su ritmo de multiplicación asombrosa, de tal manera que cada día el mundo se va despeñando hacia el abismo ignominioso del pecado en todos los órdenes de la vida.
2. El vehículo del pecado: ¡«El pecado entró … por un hombre». El hombre fue el instrumento idóneo para introducir el pecado. El hombre se prestó a los planes satánicos de corromper la hermosa creación de Dios. Desde entonces se hacia necesario que otro hombre rescatara lo que el primero había perdido; que otro hombre, situado en el pecaminoso ambiente del mundo, fuera Reivindicador y Redentor del mismo hombre. Habiendo entrado el pecado por un hombre …, pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Ninguno pudo ni podrá quedar exento del pecado. En la soledad del anacoreta, allí hay pecado; en el interior del hogar más respetable, allí entró el pecado; en la vida del hombre más piadoso, allí hizo morada el pecado. El pecado no ha respetado al noble ni al plebeyo, al rico ni al pobre, al sabio ni al ignorante. Todos por igual, «por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Ro. 3:23), reafirmando una y otra vez que «no hay justo, ni aun uno» (Ro. 3:10).
3. Las consecuencias del pecado: «Por el pecado (entró) la muerte».
a) La muerte hizo presa del hombre: «El pecado reinó para muerte» (Ro. 5:21). No hubo poder que pudiese librar de la muerte al hombre. Las consecuencias del pecado constituyen la parte más horrible y sucia del mundo. La primera manifestación del pecado fue vergüenza y miedo. Adán se escondió de la presencia de Dios y dijo: «Tuve miedo … y me escondí» (Gn. 3:10). El pecado trajo una secuela de sufrimiento, de llanto, de degradación, de angustia. Los cementerios son mudos testigos del resultado del pecado. La muerte física condujo a la muerte espiritual. El pecado no se aniquila con la muerte del cuerpo, y sus efectos continúan sobre el alma por toda la eternidad. Si acaso el hombre pudiera librarse del pecado al morir, no tendría objeto alguno practicar la devoción, ni creer en Dios, sino entregarse a una vida de desenfreno. El cáncer produce intensos sufrimientos físicos; pero cuando la persona muere, el efecto del cáncer ya no le incomoda,
porque la muerte se ha encargado de vencerlo. Sin embargo, el pecado no se acaba con la muerte física.
b) «La muerte pasó a todos los hombres»: el hombre introdujo el pecado, el pecado acarreó la muerte; la muerte conduce al infierno. El infierno es el postrer lugar a donde el pecado lleva al hombre. El pecado seguirá dominando a la persona aun después de la muerte, de tal manera que tiene poder para llevar al infierno. El pecado no tiene otra dirección a donde conducir al hombre, ni otro resultado que el mismo infierno. Quien vive conscientemente en el pecado, está a un paso del infierno. El hombre jamás podrá librarse por si mismo del pecado y sus consecuencias, por esta razón se hacía necesario un Segundo Adán.
4. Cristo es el segundo Adán: «Si por … uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo» (Ro. 5:17). Cristo vino al mundo con la tarea de rescatar lo que el primer Adán había perdido. Tuvo la misión de luchar cuerpo a cuerpo con el pecado, en el escenario del pecado, con el mismo cuerpo que fue vehículo del pecado, para acabar una vez por todas con las amargas consecuencias del pecado en el hombre. Estuvo sujeto a las mismas flaquezas humanas, a las mismas tentaciones; pero se mantuvo firme ante los ataques del pecado para reconquistar la vida que el primer Adán perdiera …
a) Cristo es la vida que se ofrece al hombre mediante la «abundancia de la gracia» (Ro. 5:17): Cristo triunfó sobre la muerte, para darnos vida. Fue sepultado y resucitó glorioso, como el Adán triunfante e invicto, para dar vida a un mundo azotado por la muerte física y espiritual. «Por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida» (Ro. 5:18).
b) El Señor Jesucristo doblegó el pecado con todas sus consecuencias condenatorias para impartir justicia eterna a cada creyente: la justicia de Dios se imparte al hombre a través de Cristo Jesús. El hombre condenado por la justicia divina, ahora es rescatado de la sentencia eterna mediante la justicia del Segundo Adán. «Así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos» (Ro. 5:19).
c) El pecado de Adán fue la desobediencia a la orden que Dios había dado: por tanto, se hacía necesaria la obediencia de un Segundo Adán para corregir la primera falta. Cristo fue «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil. 2:8). «Cristo fue nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que (por su obediencia) redimiese a los que estaban bajo la ley» (Gá. 4:4, 5). La perfecta obediencia de Cristo a la voluntad de Dios, ha traído como consecuencia directa el ser justificados.
d) Y si el pecado se multiplicó y abundó en grado extremo, «sobreabundó la gracia» (Ro. 5:20). En toda la historia de la humanidad hasta el fin del mundo la gracia será superior al pecado, aun cuando éste se multiplicara mil veces más. Siempre habrá un caudal de gracia para alcanzar al hombre más pecador. «Así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reina por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro» (Ro. 5:21).
CONCLUSIÓN: hermano, ya no tienes que hacer más, ni buscar más, que a Cristo, el Adán triunfante, la esperanza gloriosa de tu salvación. Por el Segundo Adán el hombre tiene la promesa de vida eterna. Acepta hoy a Cristo Jesús como tu Redentor depositando toda tu confianza eternamente en él.
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miércoles, 14 de mayo de 2014
EL PODER DE DIOS
EL PODER DE DIOS
pues nuestro
evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en
el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre
vosotros por amor de vosotros.
(1Tes 1:5)
INTRODUCCION
El verdadero evangelio
no esta limitado en trasmitir las palabras del aobra realzada por Cristo ; a
esto se le debe anadir las manifestaciones y el poder del reino
de Dios .
La palabra poder se
emplea en Nuevo testamento como Dynamis en su original y el arameo lo traduce
Coag , lo que quiere decier es la capasidad de llevar a cabo bajo la mano
ponderosa de Dios .
Dios en su grandeza nos
permite o da el poder de su virtud mediante el Espiritu Santo para la obra sea
cual sea nos halla encomendado , tale s el caso en el antiguo testament de
Moises , Josue , Elias , Eliceo y en el Nuevo testament los Apostoles y lideres de la Iglesia , Pedro , Jacobo ,
Juan , Pablo y Timoteo .
El poder de Dios puede
se manifestado no solo por su iglesia , si no que tambien tenemos a la misma creacion que nos habla de la grandeza y
la Gloria de nuestro Dios ( Rom . 1. 20 . )
.
I.
EL PODER DE DIOS
EN NUESTRO SENOR JESUCRISTO
Para la realizacion
maravillosa que le fue encomendada en este mundo , el Padre lo ungio con el
Espiritu Santo Lucas 4: 18 . El nesecito de ese poder para que asi se cumpliese
cada porcion de las escrituras del antiguo testament que hablaban que el reino
mesianico y su mesias deberia ser lleno de manifestaciones ponderosas .
Jesus no se Adelanto a
los planes de su Padre si no que espero la llenura y la plenitud del Espiritu Santo en El para
comenzar la labor que se le habia encomendado . Cuando esto sucedio ocurrieron
cosas extraordinarias en la vida y
ministerio de Cristo :
1.
Glorifico al
Padre con obras ponderosas , sanidades , liberaciones y Milagros en aquellos
que creian a su palabra o que eran hijos . Mateo 9 : 8 .
2.
Utilize el poder
con gran responsabilidad recordemos lo que dicen “ UN GRAN PODER REQUIERE UNA
GRAN RESPONSABILIDAD” ese poder no lo
utilizo para lucrarse ni para lucirse el mismo sino para pasar muchas veces
inarvertido y asi para darle la Gloria solamente a su Padre , Lucas 5 : 14
3.
Cristo no libro
del poder del Satanas , la mas grande manifestacion de su poder tuvo sin duda
alguna gran victoria sobre el reino de las tinieblas y fue en la resurreccion
de los muertos Hebreos 2:14-15 .
La condicion humilde de
nuestro Senor fue el ingrediente mas notable para la manifestacion de ese poder
, que atraia a muchoa hacia el , poe medios del precioso Espiritu Santo .
II.
EL PODER DE DIOS
EN NOSOTROS
En este tiempo o ultima
dispensacion ese mismo poder esta en nosotros , y fue derramado mediante el
Epiritu Santo en nosotros , el Senor les dijo a sus Discipilos que en Hechos 1:
18 que recibirian ese poder de lo alto
en toda su manifestacion asi que en
obediencia esperaron ese poder lo cual fue el pentecostes en sus vidas todo
cristiano deberia anhelas ese pentecostes en su vida o plenitude del Espiritu
Santo .
Ese poder no sirve
ahora para:
1.
Por medio de ese
poder somo salvos 1 Cor 1 : 18 . Para nosotros el mensaje de ese evangelio es
el poder de Dios .
2.
Ese poder llega
a nosotros cuando Cristo llega a nuestra vida 2 Cor. 13 : 3-4 .y cuando el Epiritu Santo
nos reviste Lc . 24 : 49 .
Pero la mayor
inquietude que tengamos es cual es el proposito del poder de Dios en nosotros
Veamos a la luz de la
palabra :
A.
Para ser
fortalecidos ( Ef . 6: 10 ) : Solo el poder de Dios nos permite estar de pie.
B.
Para guardarnos
( Judas 24 ) : Nuestro Dios es poderoso para guardarnos sin caida .
C.
Para pelear las
batallas espirituales ( 2 Cor . 10: 4 ) .
D.
Para presentar
al mundo un evangelio que no consista en
palabras solamente sino en demostracion del Espiritu y Poder ( 1 Cor 4 : 20 ) .
CONCLUSION
El evangelio no solo se
limita en palabras sino tambien en demostracion de espiritu y senales , al igual que Jesucristo la
Iglesia debe de usar el poder que el
padre le otorga con responsabilidad y
sobre todo la guianza del Espiritu Santo .
martes, 13 de mayo de 2014
LA ELECCIÓN DEL UNGIDO
LA
ELECCIÓN
DEL UNGIDO
“Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá” (1 S. 16:12–13).
Introducción
Jehová habló a Samuel su profeta y lo hizo con pregunta y respuesta (1 S. 16:1 cp. 16:2). La voluntad de Dios para con los creyentes muchas veces es pregunta y es respuesta (Éx. 3:11–12; Hch. 16:30–31).
Con una interrogante Jehová le confirma a Samuel que Saúl ya no era su voluntad para el pueblo. ¿Será usted o seré yo la voluntad de Dios en el ministerio donde estamos? ¿Nos habrá desechado Dios, pero todavía cumplimos con el tiempo de la posición? ¿Estaremos en posición sin ministerio?
La voluntad de Dios fue directa, pero no específica a Samuel: “Llena tu cuerno de aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey” (1 S. 16:1).
A Samuel le llegó palabra de revelación en cuanto al lugar y a la familia, pero no al ungido. Dios le manifestó su voluntad progresiva. Entender la voluntad progresiva de Dios exige obediencia, tiempo y paciencia. Se necesita saber esperar en Él.
Ante la interrogante de Samuel y su temor a Saúl: “¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría” Dios le dio por excusa el propósito de que iba a ofrecerle sacrificio a Él y que ya allá invitaría a Isaí (1 S. 16:2–3).
Notemos las palabras de Dios: “y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere” (1 S. 16:3). Samuel tenía que aprender lo que era la voluntad de Dios y tenía que hacer la voluntad de Dios. Nadie será el ungido porque quiera serlo o porque lo elijan como ungido; será el ungido porque Dios mismo lo elige y lo separa.
Una persona puede ser electa a una posición religiosa, pero solo Dios puede llamarla a esa posición. Esa es la razón por la cual hoy día tenemos tantos problemas con personas que han sido electas a posiciones sin llamado de Dios.
I. El tiempo de la elección del ungido
En 1 Samuel 16:5 leemos: “El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio”.
Cuando el profeta Samuel llegó a Belén, su presencia causó miedo. La llegada de los profetas era siempre un momento de preocupación, principalmente cuando se trasladaba fuera de su territorio profético. A eso se debe la pregunta de los ancianos de Belén: “¿Es pacífica tu venida?” (16:4).
Notemos que Samuel santificó a Isaí y a sus hijos y los convocó al sacrificio (16:5). Pero en esa ceremonia de consagración y en ese sacrificio de adoración faltaba David. Él ya estaba santificado por Dios mismo y era un adorador individual del Eterno.
El ungido debe ser seleccionado y elegido de un ambiente de santidad y adoración. El ungido debe ser una persona santa y que adora al Dios Todopoderoso. No es tanto dónde se adora, sino cómo se adora (Jn. 4:20–24).
El ungido aunque está en el campo del mundo, no es del mundo. Le pertenece a Dios (Jn. 15:19; 17:24; Gá. 6:14). El mundo no afecta al ungido que está en una buena relación con Dios; es el ungido quien afecta al mundo. La presencia de Jesucristo en el creyente es la que destaca a él o ella ante el mundo.
Santos y adoradores son la clase de personas que el Espíritu Santo está buscando para llenarlos de la gloria y la presencia divina.
II. La obediencia en la elección del ungido
Un tremendo desfile de jóvenes apuestos y capacitados ante el juicio humano pasaron delante del profeta Samuel. Todos hijos de Isaí. Siete en total; el número del complemento. Pero ninguno de ellos, aunque con razones válidas externamente, tenía la calificación interna para ser el ungido de Dios (1 S. 16:8–9). Con siete no se completaba la voluntad de Dios, sino con ocho.
Ya la Dios le había dado especificaciones a Samuel en la elección del ungido: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 S. 16:7).
La visión de Dios no es la misma que la del ser humano. El primero mira por dentro, el segundo mira por fuera. Dios no está interesado en “parecer” ni en grandeza humana. Esos son los requisitos carnales del mundo. Los más capacitados y los mejor parecidos son los que muchas veces reciben empleos y obtienen promociones. A Él le interesa el corazón del que será su ungido.
Samuel miraba lo que estaba afuera, veía en el balcón; “pero Jehová mira el corazón”, ve la sala y las habitaciones. Nadie podrá ser el ungido de Dios si verdaderamente no le ha entregado su corazón (figura de la mente y asiento de las emociones) a Dios. Abinadad, Sama y sus otros cinco hermanos tenían todo, menos el corazón que Dios buscaba.
Samuel no se dio por vencido y le preguntó a Isaí: “¿Son éstos todos tus hijos?” (16:11). A lo que Isaí respondió: “Queda aún el menor, que apacienta las ovejas” (16:11). Samuel entonces decidió no comer hasta que llegara el que faltaba.
El ungido muchas veces es ese “menor” que no es tomado en cuenta por los mayores. Ese que parece no prometer mucho y del cual se espera muy poco en el futuro Ese que no cuenta para nada y que su opinión no vale. Ese que no forma parte de la “política” familiar. Ese que siempre está lejos y difícilmente lo dejamos acercarse a nosotros. Ese puede ser el “menor” que Dios quiere llamar y ungir con su Santo Espíritu.
Samuel decidió que no comería hasta que el “menor” llegara. Por causa del “menor” los mayores deben hacer sacrificios personales. A ese “menor” tenemos que esperarlo. Es importante. Dios tiene un plan para él. Debemos ser parte en el propósito de Dios para la elección del “menor”. El profeta lo esperó (16:11).
En 1 Samuel 16:12 leemos: “Envió, pues, por él, y le hizo entrar”. Aquí notamos el espíritu de obediencia en David: “envió, pues, por él”. Luego su espíritu de humildad: “y le hizo entrar”. David se sometió a la autoridad espiritual de su padre Isaí. El que tiene problemas con estar bajo autoridad, le será difícil estar en autoridad. El sometimiento a la autoridad tiene que salir del corazón y no de la mente. La mente sin corazón produce carnalidad, pero con el corazón produce espiritualidad.
III. La confirmación en la elección del ungido
La apariencia de David se describe así: “y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer” (1 S. 16:12). La mirada y la apariencia de David son señaladas; físicamente describían al ungido David, pero espiritualmente señalan dos cualidades que deben tener los ungidos.
Veamos, el ungido es elegido y seleccionado por las cualidades de su apariencia y su visión. De David leemos: “y era rubio”. Otra versión traduce “sonrosado”, al igual que en Cantares 5:10, y no es una alusión al pelo sino a la piel.
Denota un estado más bien de salud. El ungido debe gozar de una buena salud espiritual y emocional. Creyentes con cargas, bajo presiones, deprimidos, rencorosos, angustiados, enojados… muchas veces transmiten esa clase de espíritu en sus ministerios, enseñanzas y prédicas. Lo que ellos mismos están sintiendo es lo que muchas veces proyectan a otros. Sus palabras son “catarsis” emocionales. Predican con ira y promueven las contiendas y la rebelión.
La visión del ungido llama la atención de los demás. No mira como los demás y ve más allá que los demás. El visionario mira las cosas como las ve Dios.
El ungido se distingue por su “buen parecer”. Espiritualmente este “buen parecer” habla de una vida transformada. Personas cambiadas por el poder transformador de Jesús de Nazaret, serán las que cambiarán familias, ciudades y naciones. Un estilo de vida diferente es la más poderosa predicación que cualquiera puede ministrar.
Conclusión
(1) El que desea ser elegido como ungido para Dios, tiene que ser paciente y esperar el tiempo de Dios. (2) Tiene que ser obediente a los que Dios le ha puesto como autoridades espirituales. (3) Debe poseer una visión de Dios y un estilo de vida que muestre a un Dios que cambia.
Iglesia
Tabernaculo del Shaddai
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lunes, 12 de mayo de 2014
EL MINISTRO O SIERVO UNGIDO
EL MINISTRO O
SIERVO UNGIDO
el cual
asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino
del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.
(2Co
3:6)
INTRODUCCION :
Cuando oimos hablar de ministros
ungidos , casi siempre pensamos en el calibre de los apostoles de la iglesia
del principio o de algunos de los profetas del antiguo testamento.
La habilidad que ellos tenian
estaba fundamentada en el poder de Dios . El los habia capasitado para la obra
del ministerio y era el Espiritu Santo quien hacia maravillas cuando ellos
predicaban la palabra .
I.
QUIEN
ES UN MINISTRO.
Es una peresona designada por
Dios para desempenar una tarea dentro de su obra .Muchos fueronapatadospor Dios
desde antes de nacer Ejemplo :Jeremias ( Jr. 1: 5 ) ; otros por el contrario
fueron llamados a una edad avanzada , Moises y Pablo .
Dios nunca ha dejado de reclutar
siervos .En el Antiguo Testamento vemos como el Espiritu de Dios estaba sobre
ellos para realizarel servicio para el cual eran llamados . Como ejemplo de lo
anterios figuran Moises , Sanson , Elias y Eliceo etc. En quienes el Espiritu
de Dios venia sobre ellos para que ejecutasen su tarea y luego subiaal cielo .
En la era actual lo maravilloso
es que el Espiritu vino y mora en los que creen en Jesucristo; a diferencia de
laantigua era . La biblia declara que los hombres son sujetos a pasiones
humanas, y lo que los hace actuar
sobrenaturalmente es la Uncion del Espirituque mora y reposa en ellos.
Hay una grandiferencia entre los
ministros de la letra , los que tranmiten unicamente el conocimiento , y los
ministros del Espiritu en quienes el Espiritu hace la diferencia ,pues es quien los habilita para hacer determinada
obra .
II.
SER
MINISTRO UNGIDO REQUIERE DE UN PROCESO .
Estudiando la vida del apostol
Pablo , veremos el desarrolo o proceso de un ministro ungido :
A.
Conversion ( Hch . 26 : 12-15 ) . Tenia una vida religiosa hasta que tuvo un
encuentro personal con el Senor . Experimento el verdadero arrepentimiento ,
tuvo un cambio de mente, se dio cuenta de que era pecador y se volvio hacia
Dios , cambiando radicalmente su conducta.
B.
Recibio
la llenura del Espiritu Santo ( Hch . 9 : 17 ) . Estando atonito en la ciudad
de Damasco , tiene la experiencia de la
llenura del Espiritu Santo por la imposicion de las manos de un discipulo
llamado Ananias .
C.
Bautizado
en Agua ( Hch . 22 : 16 ) . Tuvo la bendicion de recibir la llenura y luego bautizarse en agua , lo cual es la
primera minitracion del alma .
D.
Ministerio
Fructifero ( 1 Cor . 9: 12 ) . Le fue encomendado predicar el evangelio a los
gentiles, en donde el Senor glorifico su nombre . La palabra que predicaba era
ungida pues era el Espiritu Santo quien se lo revelaba . Asimismo , las senales
confirmaban el calibre de su ministerio . Habia fundado Iglesias las cuales
eran prosperas espiritualmente y crecian considerablemnte en numero .
III.
EL
PROPOSITO DEL MINISTRO UNGIDO Hch . 26:
17
A.
El
ministro es envido a atender las nesecidades de las personas , principalmente
las Espirituales , servir de guia al pueblo , sustentarlo y cuidarlo .
B.
Para proclamar el evangelio a toda creatura,
logrando que se conviertn de las tinieblas a la luz . No se puede ir al mundo
con un mensaje de letra unicamente , es necesario manifestacion y poder en el Espiritu .
C.
Los
que hallan aprendido obediencia en el ministerio y sujetos a la cobertura de
ese ministerio , pueden ser enviados .
Conclusion
El ministro ungido es equipado
espiritualmente para desempenar una
labor de ayuda al Senor en su iglesia que compro con su misma sangre , siendo
la base de su ministerio la edificacion , la exhortacion y consolacion
. Estara comprometido a depender total mente de su Amo como siervo
y llenura e investidura del Espiritu Santo .
Manuel Rivera
Iglesia de Cristo
Tabernaculo del Shaddai
IGLE-BURGER
DEFINICION DE IGLE-BURGER
dicese de iglesia que alimenta a sus feligreses con comida chattarra o mejor dicho sermones que no llevan a cambio ni desafio en la vida a las personas ;
menu principal.
menu principal.
Prosperidad : aunque vivan mal
no servicio : aunque solo vallan el domingo
comodidad : sin interes de servir en la obra
mala doctrina : reflejo en el testomonio (FAMILIA. TRABAJO EIGLESIA ) .
no servicio : aunque solo vallan el domingo
comodidad : sin interes de servir en la obra
mala doctrina : reflejo en el testomonio (FAMILIA. TRABAJO EIGLESIA ) .
ESTAS IGLESIAS ESTAN UBICADAS LA MAYOR PARTE EN ESTADOS UNIDOS , EUROPA y le dan mucha inportancia a la proSperidad terrenal .
Concejo :
alimentate bien de la palabra de Dios en tus devocionales personales , congragate y se parte en el servicio de la iglesia .
pide ayuda al Espiritu Santo a que provoque cambio en tu vida .
alimentate bien de la palabra de Dios en tus devocionales personales , congragate y se parte en el servicio de la iglesia .
pide ayuda al Espiritu Santo a que provoque cambio en tu vida .
No te engañes pensando que porque tienes palabra , provicion , cobertura y hasta un nombre como movimiento o iglesia estas en el reino de Dios .
israel tenia todas estas cosas y Dios solo estaba esperando que se mirieran en el desierto por ser un pueblo de dura cerviz .
Manuel rivera
Tabernaculo del shaddai
Tabernaculo del shaddai
mision cristiana elim
El conocimiento que vale
Devocional
El conocimiento que vale
Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. 2 Pedro 1.3 (LBLA)
En un intento por traducir con mayor fidelidad la palabra «conocimiento», la versión de La Biblia de las Américas incorpora a este versículo la frase «verdadero conocimiento». De verdad que es una buena alternativa porque hay conocimientos que sólo son apariencia.
En el griego existen dos palabras distintas para el término castellano «conocimiento». La primera es la palabra gnosis. Esta palabra indica una erudición que es producto del estudio. Típicamente se la relaciona con el fruto del proceso académico que ocurre por medio de un minucioso análisis de todos los aspectos relacionados con determinada materia, a fin de llegar a un conocimiento acabado de un tema. De esta manera, la persona que ha cumplido con el proceso podría ser considerada como experta en la materia.
La otra palabra es epiglotis, también, en la mayoría de las versiones de la Biblia es traducida por «conocimiento». En el idioma original, sin embargo, la diferencia entre una palabra y la otra es muy marcada. El segundo tipo de conocimiento no es el fruto del estudio, sino de la observación. Es la clase de conocimiento que podría tener un esposo de su esposa. Nadie le ha enseñado al varón que a su esposa le gustan dos cucharadas de azúcar en el té, ni que le encanta que le regalen flores. Lo ha aprendido, más bien, porque ha convivido con ella durante muchos años. En la cercanía a su persona ha adquirido un cúmulo de conocimiento sobre ella que otras personas no poseen.
Este tipo de conocimiento que menciona el apóstol Pedro, es el eje central de la vida espiritual a la cual hemos sido llamados. No es el conocimiento de Dios adquirido como resultado de lo que hemos leído, ni lo que otros nos han contado, ni tampoco de lo que hemos podido estudiar nosotros mismos. Es, más bien, el conocimiento que hemos obtenido como fruto de haber pasado mucho tiempo con él. Podemos hablar con cierta confianza acerca de su persona, porque hemos cultivado la clase de intimidad que es común entre dos seres que se aman.
Este tipo de conocimiento, nos dice el apóstol, es la llave de la vida espiritual. Propicia nuestra confianza plena en Aquel que nos ha llamado, porque sabemos por experiencia personal que no nos fallará, aun en las peores tormentas. Permite que le busquemos cuando necesitamos de su gracia, porque tenemos certeza de no volver con las manos vacías.
pensemos en esto :
El apóstol Pablo, autor de las más profundas doctrinas del Nuevo Testamento, eximio conocedor de la Palabra, consideraba que aún tenía mucho por recorrer en su conocimiento de la persona de Dios. el declaró:
«Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo…» a fin de conocerlo (Flp 3.7–10).
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